La Guerra del Pacífico (1879-1883) fue un conflicto militar que involucró a Chile, Perú y Bolivia, y que tuvo sus raíces en disputas territoriales y económicas en la región de Atacama, rica en recursos minerales. La tensión comenzó a crecer cuando Chile ocupó el puerto boliviano de Antofagasta en 1879, en respuesta a un incremento de impuestos que afectaba a empresas chilenas. Este acto provocó la intervención de Perú, que contaba con un tratado secreto de defensa mutua con Bolivia, llevando a una guerra abierta entre las naciones.
El desarrollo del conflicto estuvo marcado por varias batallas significativas. Las fuerzas chilenas, que contaban con un ejército y una marina bien equipados, lograron victorias cruciales tanto en el mar como en tierra. La Batalla de Iquique, donde murió el almirante peruano Miguel Grau, se convirtió en un símbolo de la resistencia peruana, aunque la superioridad naval chilena fue determinante. A medida que avanzaba la guerra, las fuerzas chilenas capturaron Lima en 1881, lo que debilitó considerablemente la resistencia peruana.
El conflicto culminó con la firma del Tratado de Ancón en 1883, que estableció la cesión de la región de Tarapacá a Chile. El tratado también dejó a Perú con una ocupación chilena en Tacna y Arica, que debían ser decididos en un plebiscito que nunca se llevó a cabo. Esto generó un profundo resentimiento en Perú, donde la pérdida territorial se interpretó como una humillación nacional. Las repercusiones de la guerra han perdurado a lo largo del tiempo y han influido en la identidad nacional de los países involucrados.
En Chile, la guerra es recordada como un momento de gloria y expansión territorial, celebrándose anualmente el Día de las Glorias Navales. En contraste, Perú conmemora las batallas perdidas y la pérdida de territorios, especialmente el 2 de mayo en honor a Grau. Las memorias de la guerra siguen siendo un tema delicado que afecta las relaciones entre estas naciones.